El ser humano digno no es el que ha aprendido las reglas sociales ni tampoco el que tiene muchos títulos, sino el que ha aprendido a extraer de su interior los verdaderos principios éticos; porque sólo el hombre bondadoso, compasivo y pacífico es el que manifiesta la genuina dignidad de la naturaleza humana.
Mientras tanto existen muchos seres que cometen errores y juzgan sus acciones con referencia a lo que hacen los demás, sin escuchar su voz interior.
Los seres humanos han olvidado su potencial ético y los valores esencialmente humanos que no logran vislumbrar detrás de la máscara del ego, frente a la ilusión de los intereses mundanos.
La vida moderna abruma al hombre de deseos que lo esclavizan y que le producen desasosiego y si no escucha su voz interior no podrá saber la verdad y lograr el dominio de si mismo.
El objetivo primordial de un ser humano es aprender a tener un buen carácter y el secundario es obtener riquezas, porque un buen carácter produce armonía a su alrededor y conduce al éxito familiar y laboral.
El deseo por las cosas de la vida material lleva al hombre a cometer errores; y estos errores lo llenan de culpas. El hombre se convierte así en su principal enemigo, porque el peor enemigo del hombre siempre es él mismo.
El modelo de perfección que está dentro de nosotros mismos nos vigila, es el testigo silencioso que cuando equivocamos el camino nos juzga y no nos perdona.
El si mismo es el juez más cruel que impone los castigos más severos, para mitigar la culpa y el remordimiento.
Cuando no somos fieles a nosotros mismos nos sentimos culpables y esa culpa es la que nos obliga a recuperar el equilibrio por medio del sufrimiento.
No somos seres perfectos, pero tenemos acceso a la idea de la perfección que nos ayuda a ser más felices.
El hombre todos los días de su vida puede empezar de nuevo limpio y puro si está dispuesto cada día a perdonarse, a resolver sus conflictos y a cambiar.
Siempre está a tiempo, hasta el último minuto de su vida, si es que se decide a ver más allá de su ego.
El perdón a uno mismo cura todas las heridas y también las enfermedades, que buscan la redención por medio del dolor, porque los principios éticos se encuentran en cada una de nuestras células.
Los valores morales son iguales en cualquier lugar, para cualquier raza o credo y la pérdida de esos valores significa la pérdida del respeto por la vida y la destrucción de la humanidad.
La personalidad armónica es la que logra la unidad de pensamiento, palabra y acción y para desarrollar la visión interior se necesita educación, destreza y discernimiento.
La espiritualidad comienza con la confianza; porque la falta de confianza en el mundo es la causa de la falta de vida espiritual, del materialismo salvaje, de la confusión y de los errores
Si un maestro no posee valores morales, éticos y espirituales puede arruinar la vida de muchos jóvenes. El maestro es el que guía hacia el camino correcto y si no es una persona con una mente estable indicará a sus alumnos una senda de confusión, igual a la suya.
Los padres deben señalar los errores a sus hijos actuando por su parte con rectitud, y también los maestros deben enseñar a sus alumnos con el ejemplo, para evitarle futuras equivocaciones y aliviar de conflictos sus corazones.
Porque la propia culpa, cuando no hay perdón, es proyectada hacia los demás con agresividad y violencia.
(Material inspirado en parte por los Discursos de Bhagavan Sri Sathya Sai Baba, recopilados por la señora Mila Gomez Beret, Coordinadora Nacional de Educación en Valores Humanos)
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